Podríamos extender un cielo de caricias. Podríamos buscar el escondite de la felicidad. Podríamos coger la vida con cuchara. Podríamos decir que no a la angustia. Podríamos estudiar los amaneceres. Podríamos fotografiar los sentimientos.
Podríamos pintar las ideas en un lienzo, y salpicarlo de nuestros recuerdos hasta no dejar ni la última gota. Podríamos preguntar a las palabras.
Podríamos coger aire y soltarlo en un globo aerostático, para buscar los sueños extraviados en el trastero de los intereses.
Podríamos controlar cada uno de nuestros latidos para que no se escape un solo pedazo de nuestra existencia. Podríamos hacer todas estas cosas.
Al menos hasta que se apague el sol.
Porque los seres humanos todavía no hemos conseguido dibujar el mapa físico de la esperanza.
Podríamos pintar las ideas en un lienzo, y salpicarlo de nuestros recuerdos hasta no dejar ni la última gota. Podríamos preguntar a las palabras.
Podríamos coger aire y soltarlo en un globo aerostático, para buscar los sueños extraviados en el trastero de los intereses.
Podríamos controlar cada uno de nuestros latidos para que no se escape un solo pedazo de nuestra existencia. Podríamos hacer todas estas cosas.
Al menos hasta que se apague el sol.
Porque los seres humanos todavía no hemos conseguido dibujar el mapa físico de la esperanza.
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